martes, 27 de octubre de 2009

Síndrome de Metaforitis Aguda





Tendemos a pensar que las metáforas son una prerrogativa del lenguaje poético. Sin embargo, el habla cotidiana no las excluye para nada.
Así es señora. Usted seguramente hoy se despertó temprano, y mientras chismografeaba con la infaltable vieja barredora del domingo a las ocho de la mañana, utilizó expresiones tales como: “La vecina del frente se hace la mosquita muerta, pero bien que le muestra el ojete a mi marido”. O quizá le dijo a su hijo: “Más vale que estudies bestia peluda, porque te rompo el alma” o tal vez se sinceró:
“Mejor le aflojo a los postres… estoy hecha un globo aerostático”.
Una de las patologías más extravagantes relacionada a alteraciones neuronales que afectan el uso correcto del lenguaje, se dio en nuestra Córdoba. Los anales (y también los orales) de la medicina no recuerdan episodio similar.
El nombre del afectado era Conrado Pascual Arizmendi. Al principio parecía un chico normal, pero algo empezó a andar mal.
En la escuela comenzaron a detectar ciertas dificultades en la comprensión del alumno. Así, cuando la maestra del grado anunció a la clase que al otro día se jugaría al Gallito Ciego, el antedicho niño, cayó la jornada siguiente con un pollo del Cordiez. Luego aseveró:
“Al mío no le puedo sacar los ojos, porque ni siquiera tiene cabeza”.
Unos años más tarde, ocurrió otro acontecimiento singular. Conrado fue invitado a jugar al Tragamonedas por sus compañeritos… Acto seguido se manyó dos de cincuenta centavos, que si no lo salva Vittal todavía lo estamos lamentando.
Sus amigos simplemente pensaban que Conrado era mecedor de la medalla de oro en las Olimpiadas de la Pelotudez. Sin embargo, su papanatez extrema llamó la atención de los doctores.
“Conrado, te vamos a hacer el test de Royal” - le dijo el psicólogo-
"Ningún problema, a mí me encanta el bizcochuelo. No sabía que hacían encuestas”
Se le diagnosticó Síndrome de Metaforitis Aguda. El neurólogo Juan Carlos Cabezas, de la Universidad de James Craik, nos lo detalla con precisión: “Esta patología se produce cuando queda bloqueada la descarga química que genera una neurona a otra, en el impulso sináptico relacionado con la zona cerebral que controla el lenguaje. En otras palabras, la metáfora queda abatatada como si se hubiera tomado un vino en caja con Lexotanil
Gracias a los tecnicismos del doctor, podemos comprender qué le pasaba a Conrado: al oír cualquier expresión figurada, en su cerebro, por el contrario, siempre se generaba una imagen literal y precisa. Esto anulaba toda posibilidad de un pensamiento asociativo.
Tal situación, desde luego, le traía graves complicaciones. Expresiones triviales y cotidianas como “¿Me das una mano Conrado?” o “Ponete las pilas Conrado” o “No le busques la quinta pata al gato Conrado” eran un verdadero reto para su intelecto.
Un mero paseo por la ciudad, suponía una aventura llena de absurdos: “Se venden discos de empanadas” leyó en un cartel de barrio General Paz. “Que extraño - pensó
- , yo creía que los discos eran de vinilo”.
“Deme el ultimo de Calamaro, pero sin cebolla”
le dijo al vendedor, que lo miró con cara ácida:
- ¿Me estás tomando el pelo, flaco?
- No señor, tirar el pelo es de nenas.
- ¿Me estas cargando?.
- No señor. Le llamo un remis ¿no quiere?.
- Te vas a comer un bife.
- Iba a cenar canelones, pero gracias por la sugerencia señor
.


En este contexto fue creciendo, hasta encontrarse en los dulces años en los que el amor empieza a surgir. Una vez, ya teniendo dieciséis, quedó flechado por una compañera de curso. Se llamaba María Clito Oris.
María era un tren bala a máxima velocidad, un petardo de Año Nuevo, una súbdita de Venus…. Dicho menos poéticamente: María era re putaza. Cualquier bondi la dejaba en la puerta (y miren que metáfora más linda).
Había puesto sus ojos en Conrado, que aunque parecía un poco zonzo, no era feo pibe. Por eso lo invitó a su casa a ver una película una noche en la que sus padres no se encontraban.
Intencionalmente había alquilado Un argentino en Nueva York, con Guillermo Francella. Este bodrio garantizaba un aburrimiento rápido, y aseguraba la posibilidad de pasar más rápido a los hechos. Así, mientras la película todavía rezaba “Argentina Sono film Presenta…”, María se acerco cautivante y le susurró al oído:

- Conrado… partime la boca.
-No, no. Yo no le pego a una mujer.
-Dame masa.
-Pero si no estamos cocinando.
-Dale, dale. Haceme ver las estrellas.
-Me pareció que estaba nublado.
-¿En serio no querés que te tire el fideo?
-¿Estas con hambre?, ¡pidamos un lomito de Betos!
-Decime ¡¿vos sos o te hacés?!

Conrado se sintió sorprendido cuando la chica lo sacó a los empujones de su casa, vociferando desde el dintel: “Anda a clavarte un guante, ¡¡Muñeca brava!!”
-Ahhh. Yo también la veía, era con Natalia Orei…. Paffff!!!... la puerta en la cara.
Desconsolado, pero no abatido, decidió escribirle un hermoso poema en el que expresara todos sus sentimientos:

María, eres la mujer más bella entre las mujeres
Tu cabellera es como miles de pelos entrelazados,
Los unos con los otros.
Tu boca es como un labio inferior sobre un labio superior,
Unidos en la comisura.
Y tus piernas son preciosas extremidades
Que te llevan de aquí para allá


(Acotación de Roberto Cantalapiedra: Notesé la falta de un pensamiento analógico en estas imágenes, que decididamente caen en el terreno anodino de la descripción. Así, la cabellera de María es una maraña de pelos, su boca dos labios y sus piernas extremidades para andar. De todas formas, el poema me emocionó más que todos los sonetos de Julieta Prandi juntos)

Cuando la muchacha leyó estos versos, le envió a Conrado una sintética carta en la que resumía todas sus conclusiones: “Sos un pescado”, decía. Desde luego, éste volvió a quedar descolocado.
Lamentablemente, Conrado ya no está con nosotros. Se halla en estado vegetativo (“Ni que fuera un aloe vera”, hubiera pensado nuestro mártir) en una lúgubre cama del Hospital Privado, a causa de haber sido víctima de la inseguridad.
Una noche de otoño, salió a pasear con su perrito por el Parque de las Naciones. Un malviviente se le acercó sigiloso y lo amenazó:

-¡Venga la mosca!
- No es mosca, es perro
-No te hagas el vivo, que estoy calzado
- Es cierto. Lindos zapatos ¿Son de cuero?

El ladrón, viendo la negativa tenaz del afanado, le asestó un tremendo culatazo en la cabeza que lo dejó inconsciente. El golpe fue tan fuerte, que hasta el día de hoy se debate con la Parca en un profundo estado de coma… Oremos por él ¡oh lector!

Roberto Cantalapiedra filosofa: Esta crónica (además de revelar la preocupante pelotudez a la que estoy llegando) nos muestra los efectos nocivos de esta extraña enfermedad. El Síndrome de Metaforitis Aguda dejó a Conrado Pascual Arizmendi con una capacidad muy precaria de lenguaje, quedando asimismo avasallado el placer de decirle: a su novia que era una “zorra”, a su padre un “vigilante”, a su suegra una "cornuda”, a su prima una “trepadora”, a sus hijos unos “parásitos”……..
También le fueron vedados los placeres de la alta literatura. Cuando leía los versos de Neruda: En el mar peleaban las llamas del crepúsculo..., Conrado interpretaba que estos bichos, típicamente norteños, estaban en una reyerta a orillas de la playa cuando atardecía.
Pero incluso, los deleites de la baja literatura quedaron fuera de su alcance cognoscitivo. Así, cuando escuchaba al grupo de Cumbia Villera “Los desdentados de Fuerte Apache” entonar “Mueva mueva Isabelita .Se toma, se toma la lechita”, Conrado, lejos de captar el mensaje, pensaba que este conjunto era muy solidario al promover la lucha contra la pérdida de calcio y la osteoporosis.

Esperemos que algún día vuelva a estar con nosotros
.