viernes, 28 de agosto de 2009

Híper- Súper hartante


Así es señora, usted que es una persona muy sagaz se levantó temprano esta mañana y confirmó lo que hacía tiempo venía sospechando: que el modo de producción feudal ya no opera más y que estamos en la época de la economía de hipermercado… sí sí... no de mercado… sino de hipermercado y supermercado.
Una de las actividades centrales del hombre posmoderno es ir al súper. Estas corporaciones, con sus loguitos de amanerados ositos felices y propagandas de familias en éxtasis ante la adquisición de un detergente, nos inundan todo el tiempo. Lo que no dicen es el sueldo bajísimo que le pagan a sus empleados, los daños que causan al medio ambiente, la creación de monopolios que acaban con las economías regionales generando desocupación, la evasión fiscal asombrosa etc. etc.
Así es señora, seguramente usted llega a su casa luego de una extensa jornada labural, y al abrir la heladera encuentra que tiene dos milanesas a puro hongo y el tarro de meada que está juntando para llevarle a la bioquímica. “La flauta- dice usted- tengo que ir al supermercado porque no tengo nada”. Y bueee… resignada enfila para el Cordiez.
Primera parada: Panadería. Usted adquiere dos kilos de pan y los criollitos que suele llevar … sólo para enterarse después por el programa de María Laura Santillán que los inescrupulosos panaderos del supermercado utilizan componentes prohibidos causantes de infinidad de problemas gástricos… y usted que desconfiaba del Yogur Windy que compraba en los coreanos cuando le dolía la panza.
Segunda parada: Carnicería. Yo suelo ir a un súper en el que el carnicero está siempre ausente del mostrador. Y la gente se empieza a agolpar haciendo un piquete al grito de “¡¡car- ni – ce-ro, car – ni – ce – ro¡¡”. Piquete al lado del cual la Revolución Rusa fue un poroto. Y el carnicero, que seguro estaba echándose un cago mientras leía los clasificados, viene corriendo con un Sterichia Colli galopante en las manos… y dice: “Sí sí Señora, ya le pico su kilito de molida”… y usted que desconfiaba del Yogur Windy que compraba en los coreanos cuando le dolía la panza.
Tercera parada: Verdulería. Usted optó por unas peras y unas cebollas. Se la da al verdulero para que se las pese, pero (¡oh sorpresa!) no puede hacer andar la balanza electrónica. Y el verdulero vocifera a grito pelado:

-“Etér, ¿Cual era el código de la ceboia?

-Quí si ó, preguntale al Rulo” – dice la Esther

Y así dos horas para que le pesen una bolsita miserable.

Llega a la caja con una buena cantidad de mercadería. Ésta venía más o menos rápido. Pero señora, justo adelante suyo hay una venerable anciana que compró varias cosas. . Son $ 140, con 65- le dice la cajera. La vieja le da un billete 100, y para completar el resto empieza a pelar del bolso cupones de descuento, el Ticket canasta, folletos de propaganda…todo entremezclado con la foto de los nietos, la libreta de enrolamiento, un peine lleno de mugre etc. ¿Y para juntar los 65 centavos?... Ufff…. Saca un monedero que tiene botones, ruleros, un cortauñas, la estampita de la virgen destapacañerías etc. Resultado: tarda 25 minutos en juntar la plata. Y usted atrás esperando con cara de mártir...
Pero allí no termina. Se activa una luz y la cajera le dice: “doñita juntó 4000 puntos, puede escoger un regalo”. Y la vieja (con una cara de emoción digna de Miss Universo cuando le dan el premio) tiene la encrucijada de su vida, al ver si se decide por el sacacorchos, la sopapa o la juguera de plástico que estos miserables ofrecen como la octava maravilla. Y la vieja pregunta:
¿Y cuántos puntos me falta m´hijita para el juego de sábanas?
7000- le dice la cajera
(que equivale más o menos a gastarse tres mil dólares)
-AHHHH…… ¿Y para el juego de lencería? Pregunta la javie en un atentado contra el buen gusto
Luego de este inacabable episodio, usted accede a la caja, para que una vez pasado todos los productos por la lectora le salte que la tarjeta de crédito no tiene saldo. Justo tenía treinta pesos roñosos y lleva lo que puede, dejando el 70 % de las cosas que había buscado.
Acto seguido llega a su casa y se da cuenta que el Casancrem está vencido hace una semana, que al shampoo le falta la mitad, que las manzanas tienen gusanos… y usted que desconfiaba del Yogur Windy que compraba en los coreanos cuando le dolía la panza.
Y en los Hiper todo igual. El otro día vi un aviso gigante en Carrefour “Si encontrás un producto que tenga el precio más bajo que nosotros llamanos y a las 24 hs lo bajamos!!!" Y daba un teléfono 080073568836 (p-e-l-o-t-u-d-o). Yo llame para ver que onda,… ¿y sabe qué pasó?... Sí, adivinó: me dio una contestadora que me dejó esperando.
Es que era muy obvio… ¿se lo imagina a Jean Paul Carrefour haciéndose mala sangre porque a usted le subieron un peso la mortadela Palladini y la virulana Mortimer? ¡Por favor!… ese tipo está en su yate tomando merca con tres trolas. Usted para Jean Paul Carrefour es un insecto, un insecto útil obviamente, pero un insecto al fin.

Roberto Cantalapiedra aconseja: Armesé de paciencia señora y espere que la atiendan en la cola del súper. No maltrate a la cajera
-ella no tiene la culpa de que su marido ande con la maestra particular del animal de su hijo- seguramente odia ese lugar tanto como usted. Sea más humana, el empleado del súper también es un ser con sentimientos… sentimientos de explotación. Yo quisiera ver si tiene la misma valentía para decirle todo lo que piensa a su jefe o al borracho de su esposo.

1 comentario:

  1. yo te diría que tengo menos paciencia y más valor para tratar así a mi ex marido y a todo especimen de sexo masculino que se me aparezca...Las pobres cajeras, a veces, no tienen la culpa.

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